Daniel Habif

Hay momentos en la vida en donde has cometido tantos errores que ya no sabes cuales son tuyos y cuáles no, tienes tantas deudas contigo que no sabes cómo pagártelas. He creado estándares tan altos en mi vida, que en ocasiones me siento solo y sin encajar. Pero hace poco decidí hacer un viaje para encontrarme con una buena amiga y al verla, lo primero que sentí, fue vértigo. Ahí estaba ¡Esperándome!, callada como de costumbre, sin intermediarios. Le dije: Discúlpame, hace mucho que no te escuchaba. Hace mucho que no te visitaba, que no le bajaba el volumen al mundo que me rodea. Tuve que caminar mucho para que el murmullo desapareciera y pudiera escucharte hablar claramente dentro de mis costillas.  Punzante como el primer segundo de vida, siempre hablando en código morse: “Tum tum, tum tum” ¡Ay mi soledad!, silenciosa pero perfecta en cualquiera de sus notas. Perder la soledad, es perderse la oportunidad de disfrutarse. Nos enseñaron a acompañar, pero no a vivir en soledad y en la soledad fue donde se me