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Sinopsis

Helen Keller nació el 27 de junio de 1880, en Tuscumia, Alabama, Estados Unidos. No nació ciega ni sorda, sino como una niña perfectamente normal. No fue sino hasta diecinueve meses después que contrajo una enfermedad que los doctores describieron como una congestión aguda del estómago y el cerebro. Helen no tuvo la enfermedad por mucho tiempo, pero ésta dejó sus huellas: sordera, ceguera e incapaz de hablar. Pero su intelecto pudo más que todas sus limitaciones: a la edad de siete años ya había inventado más de sesenta distintas señas que podía emplear para comunicarse con su familia. A pesar de sus discapacidades, muchos años después daría discursos acerca de su vida, e incluso escribiría libros sobre sus experiencias personales. Todo esto fue posible gracias a la gran ayuda e influencia de su institutriz Anne Sullivan, quien le enseñó a leer y comunicarse con los demás, junto con llevar una vida disciplinada.